Una
de las principales consultas sobre alteraciones de la piel que se reciben
en la farmacia, en los meses de estío es la del picor o prurito, el cual
constituye el principal síntoma cutáneo.
Etiopatogénia
Tanto
el picor como el dolor se consideran estímulos nociceptivos, sensaciones
desagradables procedentes de sensaciones externas o internas que se perciben
a nivel central. El picor es una sensación a la que, a través de un reflejo
espinal, le sigue una respuesta motora de rascado. Se induce y se siente
en la piel y no en las vísceras, a diferencia del dolor.
Es
la sensación cutánea más frecuente; es muy molesto e inquietante. Se acompaña
de nerviosismo y dificultades en la concentración para el trabajo e incluso
para conciliar el sueño.
Consulta
con tu médico o farmacéutico, el cual revisará en cada caso las posibles
causas responsables realizando una buena historia clínica y una exploración
física adecuada.
Con
mucha frecuencia el picor es una sensación intermitente, y en ocasiones,
está relacionado con los cambios de temperatura.
En
algunos casos, las lesiones localizadas son sometidas a un rascado continuo
hasta producir el sangrado, y es entonces cuando cesa la sensación de
picor.
Las
causas del prurito son muchas y variadas. Los antecedentes médicos, alérgicos,
atópicos personales y familiares pueden ser relevantes. En el prurito
severo se observan excoriaciones cutáneas que es preciso identificar.
El
prurito puede aparecer como consecuencia de enfermedades cutáneas. En
estos casos la dermatitis causal se diagnostica por su lesión primaria.
Existen dermatosis mínimas que se acompañan de picor. Los baños y duchas
de agua caliente diarios combinados con jabones desengrasantes y, en particular,
los aditivos para el baño o la ducha en forma de espuma, pueden dar lugar
a piel seca (dermatitis asteatótica) apenas con una fina descamación.
En los ancianos es frecuente el llamado prurito senil, más común en las
zonas cutáneas con menor número de glándulas sebáceas, básicamente en
extremidades inferiores y durante los meses de invierno.
Nuestra
piel está recubierta de gérmenes los cuales forman un ecosistema donde
cada colonia guarda un equilibrio preciso con su vecina, pero, un tratamiento
antibiótico prolongado, un exceso de higiene con productos antisépticos,
un desequilibrio inmunológico (tratamiento inmunosupresor, SIDA, etc.),
perturban esta cohabitación harmoniosa y permanente, y pueden favorecer
el desarrollo de una sobreinfección.
Tratamiento
El
tratamiento siempre ha de ser sintomático, y para ello se utilizan antihistamínicos,
sedantes e incluso medicamentos psicotropos, y otros por vía sistémica.
Tópicamente,
compresas de soluciones acuosas de ácido bórico o acético, polvos y geles
con sustancias antipruriginosas. Las cremas con mentol, fenol, etc. pueden
proporcionar un alivio temporal.
Muchas
veces es conveniente cambiar los hábitos de limpieza de ducha y baño y
recomendar el uso de lociones jabonosas, así como los jabones de avena,
que constituyen unas sustancias emolientes excepcionales.
En
la actualidad, las duchas con agua caliente, el uso de jabones perfumados
y desengrasantes, las esponjas o manoplas, así como las fricciones con
aguas de colonia y/o perfumes, contribuyen a un desengrase excesivo de
nuestra piel. Los cuidados de la piel deben ajustarse a su tipo, para
lograr el máximo confort y convivir con el órgano más extenso de nuestra
anatomía y a la vez el más interno, ya que es capaz de reflejar cualquier
estado interior.
Fuente:
Dra. Montserrat Pérez. Adjunta Servicio Dermatología. Hospital de Sant
Pau. Bcn.